domingo, 12 de junio de 2011

Antiguas noticias sobre la primitiva Colima

ABELARDO AHUMADA
Publicado en: http://www.diariodecolima.com/colaboradores.php?c=10238

HUBO, hace muchos años, algunos sociólogos europeos que veían y describían las ciudades como verdaderos macro-organismos que, al igual que los cuerpos, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Recuerdo, incluso, como derivado de esa concepción, un ilustrativo texto que venía en los libros de lectura del sexto grado de primaria en el que se forzaba la comparación entre una ciudad y un organismo, diciendo, por ejemplo, que mientras las células de todas las partes del cuerpo eran sus habitantes, los glóbulos blancos eran sus guardianes, los rojos los transportistas y repartidores de todo tipo de productos, y los microbios la gente indeseable: rateros, matones, etcétera.


Aunque no comparto toda esa teoría, no me cabe duda de que como símil es bueno, porque, en efecto, todas las ciudades nacen, crecen, se reproducen y eventualmente mueren. Siendo ejemplos muy claros de ello Teotihuacán, Chichén Iztá, y aquí, muy cerca de nosotros, la desaparecida ciudad que hubo donde hoy todavía está visible una parte notoria del centro ceremonial de El Chanal; háyase como se haya llamado antes.
Colima, como bien se sabe, primero fue una población indígena que se llamaba Tuspa o Tóchpan, según la pronunciación cambiante que las palabras tienen conforme pasan los siglos.
Sabemos que la primera alusión escrita a la existencia de dicho pueblo apareció en unos antiguos códices que don Alfredo Chavero, redactor del primer tomo de los diez que integraron la obra enciclopédica México a través de los siglos, tuvo en sus manos al concluir el segundo tercio del siglo XIX, y en el que poco más o menos decía que la fundación del primitivo Tuspa se llevó a cabo, nada menos que por los toltecas en “peregrinación”, en el año Chicuacen Ácatl (Año Seis Caña) del Caldendario Azteca, equivalente al 627 después de Cristo, “siendo su descubridor Mazátzin”.



No sabemos nada, al menos no documentalmente hablando, de lo que pudo haber ocurrido en el primitivo Tuspa durante los nueve siglos siguientes, pero el padre Roberto Urzúa Orozco (q.e.p.d.), realizando una muy lógica inferencia, expuso la tesis de que debió ser un pueblo muy parecido a todos los que vieron los conquistadores españoles, en el que hasta “cariñosas” hubo. Aunque en la importantísima Relación de Michoacán hay varios indicios en el sentido de que algunos pueblos tecos del rumbo de Colima habían intentado, infructuosamente, invadir Michoacán hacia el año de 1450. Siendo atacados e invadidos en represalia por el cazonci Tzitzicpandácuare hacia 1475, con mucho mejor efecto, aunque sin lograr conquistar a los teco-colimecas del todo.
Si nos detenemos a reflexionar en el dato de que sólo ciertos pueblos relativamente fuertes se sienten capaces de invadir a otro, eso nos quiere decir que los teco-colimecas de 1450 ya eran, o ya se sentían capaces no sólo para atacar y tal vez saquear a los michoaques, sino hasta para sojuzgarlos. Lo que nos da, en consecuencia, una señal de cierto poderío en ellos, que muy bien podemos asociar con las excelentes figurillas cerámicas que existen en nuestros museos y nos muestran algunos forzudos varones portando diferentes armas.
Otros indicios que aporta la relación michoacana, nos hablan de que entre 1507 y 1509, Moctezuma segundo decidió invadir Michoacán, exigiendo la participación de sus pueblos aliados o tributarios, y que entre ellos iba Colima. Se menciona, en este orden de ideas, que el nuevo cazonci se llamaba Zuangua; que derrotó a Moctezuma como su abuelo Tzitzicpandácuare había derrotado en 1475 al emperador Aztayácatl, abuelo a su vez de Moctezuma, y que, una vez derrotado el mexica, había enviado a un fuerte contingente de sus guerreros a castigar el atrevimiento cómplice que habían tenido todos los jefes de los pueblos situados en las riberas de las lagunas de Zapotlán, Zayula y Zacoalo, a quienes estuvo a punto de someter y desbaratar en 1509. 

Desbaratamiento que, según se afirma, hubiera logrado, de no ser porque el Señor de Coliman, cuyo nombre, lamentablemente, jamás se menciona, intervino con sus propios guerreros para fortalecer a sus vecinos y rechazar el ataque de los michoaques. Hasta que éstos, llenos de deseos de venganza, tuvieron oportunidad de volver, pero acompañando en 1523 a los conquistadores españoles, “sacrificando a muchos de Colima”, y ayudando a las huestes de Hernán Cortés a fundar una villa hispana, primero sobre las ruinas de Caxitlan, en julio de ese mismo año, y más tarde en el pueblo de Tuspa (en enero de 1527).
Sobre este dato en particular, el profesor Felipe Sevilla del Río dedujo que la primera capilla que los conquistadores hispanos edificaron donde hoy es la Catedral de Colima, fue levantada sobre los cimientos del teocalli (templo u adoratorio) que los tuspecos tenían para reverenciar a sus dioses: Tláloc (dios de la lluvia), Xilonen (diosa del maíz) y Xiuhtecutli (dios del fuego) entre otros.



Existe un dato anterior que nos indica la posibilidad de que el despojo de las tierras de los nativos tuspecos por parte de los conquistadores capitaneados por Francisco Cortés haya ocurrido cuando menos dos años antes de haber refundado su villa en Tuspa, pues este documento nos señala que, habiéndose realizado una junta de los colonos de la Villa de Colima (se supone que todavía en Caxitlan), a finales de septiembre, o a principios de octubre de 1525, ellos comisionaron a su capitán para que se trasladara a México, a solicitar que los integrantes del gobierno provisional (que se había instalado allí en ausencia del capitán general Hernán Cortés) les concedieran como “propios de la Villa de Coliman, [los terrenos] del pueblo de Tuspa”. Solicitud, según esto, que les habría sido entregada exactamente el 10 de noviembre de ese año.
Complementando todo lo anterior, existe otro documento de 1554, donde se precisa que hubo “treinta o treinta y dos años” atrás, otra Villa de Colima “en otro sitio siete leguas del que al presente tiene [y que]… estaba a una legua o legua y media de la mar del sur”. Donde se establecieron inicialmente “más de ciento veinte españoles [durante] dos años, poco más o menos”. Hasta que “se despoblaron de este punto y se fueron al que actualmente tienen, que es el sitio donde solía estar poblado el pueblo de Tuspa”. 

Habiéndose verificado dicho traslado, porque este nuevo sitio estaba “más cerca de las minas de oro”, era “mejor que el primero” y tenía “mejores tierras y ejidos”.
Colateralmente existe también una Relación de Tuxpan (nos referimos en este caso a Tuxpan, Jal.) fechada el 20 de febrero de 1580, en la que unos indígenas viejos que entrevistaron en los días previos, le dijeron al alcalde Gerónimo Flores y al escribano Domingo de Xerez, que no sabían cómo, ni cuándo, ni quién había fundado ese pueblo, pero que antes la gente de allí hablaba tres lenguas distintas: tiam, cochin y náhuatl. Dato que al que sólo se le podría hallar una explicación: que ese pueblo fue fundado a partir de una congregación de indígenas dispersos, de los que la mayoría eran hablantes de náhuatl y habían impuesto ese nombre en recuerdo del que habitaban antes.
Datos posteriores extraídos del archivo del antiguo curato de Tuxpan dicen que, en efecto, ese pueblo fue congregado en 1553 por fray Juan de Padilla, franciscano, quien “trajo arquitectos del convento de Huejotzinco, Puebla; facilitados por el Virrey don Antonio de Mendoza, su condiscípulo de escuela y grande amigo, para que formara a Tuxpan”, trazando “la plaza, el convento, que abarcaba una manzana y dejando lugar para las Casas Consistoriales unidas […] Tras ello dividió las calles, con su rectitud y el número de moradores, las acomodó lotizando para formar manzanas, dejando a salvo el local del Gran Colegio… Pero lo principal fue establecer los barrios, para agrupar a los indios, para doctrinarlos y educarlos cristianamente”.



Con esto concluimos, pues, que si las ciudades son como los organismos, que nacen, crecen, se reproducen y mueren, a la primitiva Tuspa la “mataron” los españoles, para refundar una población que fuera cabalmente suya. Habiendo nacido, o surgido así la Villa de Colima que hoy es nuestra querida y hermosa ciudad.

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CONFERENCIA DE ABELARDO AHUMADA EN EL ARCHIVO DE COLIMA

CRÓNICA EN IMÁGENES José SALAZAR AVIÑA